Quiero mi helado

18.08.2022

En honor a los niños olvidados



¡Quiero mi helado! decía llorando, en un mar de lágrimas... 

Se le cayó el helado y ya no podía comérselo. Se habían alejado mucho de la heladería y volver hacia atrás para comprar otro no resultó viable para..., no le interesaba. Entonces, le dijeron que no llorase, que cuando llegaran a casa le darían un postre (lo conocido). Pero él no quería eso, no podía ni pensarlo, quería el helado que tanto le había gustado.

¡Ohh!, qué tristeza y sensación de abandono. Así se sentía, algo le había abandonado cuando se cayó el helado de sus diminutas manos y ya no podía comer más. Además, le negaron la posibilidad de ir a por otro, de reparar su error. Era como si algo, dentro de sí mismo, se lo hubiese quitado, como si en alguna parte se hubiese portado mal y le arrebató el placer que sentía. Esos sabores que le hacían sentir como en el cielo era una forma de sentirse merecedor del placer.

Cuando comes estás en el placer del paladar pero, además, estás alimentándote de las emociones que te invaden con los sabores. Para un pequeño puede ser como Alicia en el país de las maravillas y, como el alimento físico es alimento emocional, ese maravilloso sentir se apagó de golpe, el maravilloso alimento emocional se derrumbó.

¿Qué siente el niño que, cada vez que comete un error, se queda sin su placer porque no merece la compensación en la misma medida? No merece que hagan eso por él.

Cuando es sólo una vez (o alguna más), no pasa nada, seguro que hay algún consuelo pero cuando eso se repite una y otra vez con cualquier placer y vive las mismas consecuencias, el niño deja de creer que merece y empieza destruir el placer que lleva consigo. Nadie hace nada para ayudarle a reparar su error y empieza a creer que no merece disfrutar de los placeres de la vida porque nadie le demostró que merecía repararlo. Que es lo suficientemente importante como para volver a recuperar lo que perdió. Que es lo suficientemente válido como para concederle, de nuevo, el placer ansiado.

Niños olvidados. Niños abandonados. Niños entristecidos por dentro que no saben cómo disfrutar de la vida porque nadie les dijo cómo ni que se lo merecían.

Después..., se pasan la vida necesitando comer helados...




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